En el marco de un proyecto de investigación en el que estoy trabajando actualmente sobre Prácticas Educativas Abiertas me he encontrado con los MOOC como uno de los escenarios en donde se desarrolla la "Enseñanza Abierta", como una de estas prácticas educativas. Ha sido muy interesante descubrir la manera en que se generan nuevos roles y competencias de enseñanza a la luz de estos espacios abiertos de formación.
Trasegando el camino de la exploración de estos cursos y revisando literatura al respecto, me he encontrado con que la gran mayoría de MOOC que se están ofreciendo en las distintas plataformas que para el efecto se han venido desarrollando (Coursera, Udacity, MiriadaX, etc) no son MOOC en realidad sino cursos en línea con muchísimos estudiantes. Las presentaciones sobre este tema de VirtualEduca 2013 sobre este tema me reafirman esta convicción.
De inmediato me dirán: Luego...un MOOC no es acaso un curso en línea masivo?, entonces, porqué no deberían llamarse MOOC?
La respuesta a esta pregunta sería que no todo curso online masivo debería ser llamado MOOC, básicamente por la primera de sus "O" (open). En muchas ocasiones al diseñar estos cursos se piensa más en lo masivo que en lo abierto y esto resulta en propuestas que a la larga desdibujan el concepto mismo de MOOC propuesto por el conjunto de académicos norteamericanos y canadienses quienes lo acuñaron en su momento y que interactúan permanentemente alrededor de este tema (Downes, Siemens, Couros, Wiley, Cormier). Un curso para el cual no tienes que pagar para participar y en el cual haces parte de un cardumen de participantes, es una manera muy limitada (por no decir tristemente pobre) de llamarse MOOC. Si bien el acceso libre es uno de los atributos fundamentales de "lo abierto", no es el único, ni el más interesante, ni el que mayor potencial de innovación tiene. Otra cosa muy distinta pasa cuando otros atributos de "lo abierto" se ponen en escena en el diseño y ejecución de un curso masivo online, por ejemplo, la adaptación, la re-mezcla o la redistribución. !Cosa bien distinta!
Estos atributos exigen a los diseñadores de cursos un esfuerzo bastante mayor en cuanto a proponer dinámicas de interacción, realimentación y producción intelectual novedosas que se distingan por ser verdaderas transformaciones a los esquemas tradicionales de e-learning.
Algunas de estas ideas están esbozadas en un video publicado en youtube hace unas semanas.
Recomiendo un post de David Wiley con relación a este tema, en el cual advertía esta situación, ya hace unos 7 meses.
Con relación a esta situación me asalta una duda: ¿la falta de conocimiento sobre "lo abierto"está haciendo que el concepto MOOC se desdibuje?, o será que estas transformaciones en su concepción por parte de la comunidad académica en general son parte del ciclo natural de vida de un concepto como este?
viernes, julio 26, 2013
miércoles, febrero 27, 2013
Algunas reflexiones acerca de los Ambientes de Aprendizaje, virtuales o físicos.
Un cuestionamiento que muy a menudo se genera con mis
estudiantes de Maestría en Informática Educativa en La Universidad de La Sabana
tiene que ver con entender la figura de los Ambientes
de Aprendizaje y reconocer la gran diversidad de matices asociados a estos.
Surgen preguntas como:¿Qué componentes tienen?, ¿En que se diferencia uno físico a uno virtual?, ¿Un material educativo digital es en si mismo un Ambiente de aprendizaje?, o, ¿son los Ambientes de Aprendizaje los que contienen los materiales educativos digitales?
Pues bien, a raíz de estos cuestionamientos me pareció adecuado documentar algunas reflexiones iniciales en esta materia y por supuesto, aún más conveniente me pareció socializarlos en este blog.
Una primera precisión: Los interesados en este tema
encontrarán mucha bibliografía que se expresa tanto en términos de “ambiente “
como de “entorno”.
Con algunas mínimas diferencias semánticas, finalmente
estamos hablando de lo mismo, es decir , lo que rodea, aquellas condiciones o
circunstancias que hacen posible que un proceso de aprendizaje se lleve a cabo.
Ahora bien, en el marco de la educación formal, el aprendizaje y la enseñanza
son dos caras de una misma moneda, es decir que si bien son dos fenómenos
diferentes, son interdependientes, tienen una estrecha relación entre sí. En
ese orden de ideas, cabría la posibilidad de asumir una cierta equivalencia
práctica (no semántica) entre los ambientes de aprendizaje y los ambientes de
enseñanza.
Quisiera traer a esta reflexión unos párrafos de un documento recientemente escrito sobre lineamientos institucionales para la educación virtual, en los cuales se expone una cierta conceptualización en esta materia:
“Un ambiente de enseñanza y de aprendizaje es un escenario
físico y/o virtual estructurado con la intención de lograr unos objetivos de
aprendizaje concretos, a través de la articulación de diversos elementos como
estrategias, métodos, actividades de aprendizaje y recursos educativos. Esto
significa un proceso reflexivo en el que se atiende a las preguntas del qué,
cómo y para qué se enseña (Coll, 1994, pág. 31).
En él intervienen diferentes actores como el docente, los estudiantes,
el currículo, los recursos educativos y las TIC como agentes mediadores que
proveen los elementos necesarios para la interacción, la comunicación, el
intercambio y la conceptualización de los estudiantes.
En el marco de la educación virtual, usualmente los
ambientes de aprendizaje son producto de la intencionalidad del docente o de
grupos interdisciplinarios de diseño instruccional, de los cuales hace parte el
mismo docente. Sin embargo, existen casos en los que esta intencionalidad
responde solo a los intereses y expectativas del estudiante; un ejemplo de lo
anterior es la construcción de un Ambiente Personal de Aprendizaje.”
Ahora bien, para profundizar en las complejidades propias de
un Ambiente Virtual de Aprendizaje,
valdría la pena profundizar primero en los entornos
digitales, como el sustrato sobre el cual se desarrollan conceptualmente.
Uno de los grandes aportes de las ultimas dos décadas del
siglo pasado fue la consolidación y crecimiento de las Tecnologías de la
Información y Comunicación (TIC) entendidas en palabras de Adell (1997) como “el
conjunto de procesos y productos derivados de las nuevas herramientas (hardware
y software), soportes de la información y canales de comunicación relacionados
con el almacenamiento, procesamiento y transmisión digitalizados de la
información.”
Esta definición propone un aspecto muy interesante a
considerar y que dirige la atención hacia la naturaleza digital de la
información. Si bien es posible considerar que en un contexto amplio las TIC no
se circunscriben exclusivamente al ámbito de lo digital, seria necio negar que
la tendencia general apunta a que dicho tipo de información (digital) es cada
vez más la razón de ser de las TIC.
Todos los aspectos de la vida
personal, grupal y social de las personas se desarrollan en un entorno
comunicativo que, antes o después, mientras trabaja o descansa, cuando consume
o cuando produce, se va a ver traducido a ceros y unos, que corren a la velocidad
de la luz. (Sierra, 2010, p. 310)
Otra verdad de a puño tiene que ver con que las TIC han permeado todas las esferas de interacción del
ser humano en la actualidad, tanto que se ha empezado a considerar desde hace unos
años la existencia de un entorno de interacción paralelo al que llamamos
“real”. Según Negroponte (1995), lo anterior denota a “lo
digital” como el factor que permite la existencia de “lugares sin espacio” .
“Si realmente pudiera mirar por
la ventana electrónica de mi living en Boston y ver los Alpes, escuchar los
cencerros de las vacas y oler la bosta (digital) bajo el sol de verano, en
cierta forma "estoy" en Suiza. Si en lugar de ir a trabajar conduciendo
mis átomos en dirección a la ciudad, me conecto con mi oficina y realizo mi
tarea en forma electrónica, ¿dónde está ubicado exactamente mi lugar de
trabajo?” (Negroponte, 1995, p. 6)
Es en la posibilidad de estar
sin ataduras espaciales en la que se sitúa el concepto “entorno digital”, el
cual se propone al menos en dos dimensiones, una de carácter perceptual y otra,
no desligada de la anterior, que se ocupa del flujo de la información.
En ese orden de ideas es posible entender los entornos
digitales, desde el punto de vista perceptual como un asunto de representación
distinta de nuestra realidad.
“El término digital nos arroja
en un territorio físicamente inexistente, por eso se utiliza también el término
virtual que es una metáfora para indicar lo que está debajo: el proceso de
cálculo digital.[…]Nuestra percepción —es decir, la realidad macroscópica— es
un mundo de continuidad, nada aparece y desaparece de golpe; la realidad de
nuestra percepción cotidiana es una realidad modulada, de transiciones. Pero la
representación digital es una modelación de nuestra percepción, donde nos
encontramos con estados que son o no son (los bits), sin transición. En un
entorno digital estamos dentro de una realidad diferente: la realidad de lo
imperceptiblemente discontinuo como fundante.” (Bosch,
2002, p. 37)
En esta manera de reconocer los entornos digitales cabrían desde luego los desarrollos de realidad virtual, realidad aumentada e inclusive los espacios de interacción no inmersivos que se despliegan a través de los browsers o de las interfaces de los dispositivos móviles o los computadores personales e inclusive podría reconocerse como sinónimo del ciberespacio[1].
La otra manera de entender el entorno digital se sitúa en el
ámbito de lo ubicuo y lo imperceptible para el ser humano y su asunto principal
radica en el almacenamiento y flujo de la información digital. Dicha
información está y se mueve por un entorno sobre el cual no
tenemos oportunidad de adentrarnos con nuestros sentidos, sin embargo por esa
razón no deja de estar y de moverse. En ese orden de ideas el
entorno digital estaría compuesto por artefactos cuyo funcionamiento y propósito
son parte del resorte de lo digital. Interactuamos con aparatos que se muestran
físicos para nosotros y que hacen parte de una red de flujo y almacenamiento de
información digital.
Relacionado con lo anterior, García, Portillo, Romo y Benito
(2007, p. 3) hacen
referencia a los “Nativos digitales” como:
“el término que describe a los
estudiantes, menores de 30 años, que han crecido con la tecnología y, por lo
tanto, tienen una habilidad innata en el lenguaje y en el entorno digital. Las herramientas
tecnológicas ocupan un lugar central en sus vidas y dependen de ellas para todo
tipo de cuestiones cotidianas como estudiar, relacionarse, comprar, informarse
o divertirse.”
Adell, J. (1997). Tendencias en educación en la sociedad de
las tecnologías de la información. Revista Electrónica de Tecnología
Educativa , [online].
Negroponte, N. (1995). Ser
Digital. Buenos Aires: Editorial Atlántida.
Bosch, M. (2002). La gestión del
conocimiento en el medio digital: viejos problemas de tratamiento de
información y aspectos nuevos. Ciencias de la Información , 33
(1), 35-44.
Sierra, J. (2010). Mapa de ruta
actual de la alfabetización: TICD el tratamiento de la información y la
competencia digital o enseñar a leer, escribir y publicar en el siglo XXI. Concept
Maps: Making Learning Meaningful - Fourth International Conference on Concept
Mapping (pp. 305-315). Viña del Mar: J.Sánchez, A.J.Cañas, J.D.Novak,
Eds.
García, F., Portillo, J., Romo, J.,
& Benito, M. (2007). Nativos digitales y modelos de aprendizaje.
Retrieved 03 31, 2011, from IV Simposio Pluridisciplinar sobre Diseño,
Evaluación y Desarrollo de Contenidos Educativos Reutilizables SPDECE:
http://spdece07.ehu.es/actas/Garcia.pdf
[1] El término Cyberspace, fue acuñado por el autor de ciencia ficción estadounidense William
Gibson, para describir la cadena de recursos de información disponibles a
través de redes de computadoras o telemáticas (DAT No 131, Bs.As., julio/1999,
pág.20)
viernes, febrero 15, 2013
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